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HUARAL

El fenómeno "golondrino"

Escribe: Pedro N. Castañeda Pardo
En los últimos tiempos se escucha con bastante indignación la palabra “golondrino”. Con este término se ha tratado de metaforizar a un ciudadano que no viviendo en un lugar determinado cambia de manera intempestiva su dirección, a otro, para alterar la tranquilidad de los pueblos, poniendo de manifiesto, a todas luces, signos de corrupción. 
No puedo afirmar quien acuñó este término; pero sí guarda estrecha relación con las características habitacionales de la golondrina que, por cierto, es el ave migratoria más conocida del mundo. 
Hoy se comenta que, ante las proximidades de las elecciones municipales y regionales del 05 de octubre, este fenómeno estaría cobrando mayor auge poniendo en aprietos a ciudadanos notables que esperan elegir y ser elegidos como autoridades. Tremenda sinvergüencería de quienes no viviendo en un determinado espacio geográfico realizan su cambio domiciliario ante la RENIEC para que, con sus “votos”, favorezcan al candidato que les financia sus gastos de turismo electoral. 
Hace unos días conversaba con algunos amigos de la sierra y me manifestaban su impotencia para frenar estos métodos sucios que pretenden torcer la voluntad de los pueblos que aspiran a forjar su propio desarrollo. 
-“El día de las elecciones, a pesar de que está prohibido, impediremos que los “golondrinos” ejerzan el derecho a sufragar. Nosotros conocemos a nuestra gente, a nuestros paisanos” - me decía uno de ellos, de manera enfática. 
Considero justo el enojo de estos pobladores. Pero, qué están haciendo las autoridades correspondientes? ¿No será que estos descontentos puedan convertirse en frustraciones fatales? Esto también se estaría presentando en los distritos de la costa. 
Al extremo que, el fenómeno “golondrino” se ha convertido como emblema de la picardía y aprovechamiento de unos cuantos que aspiran a un cargo político. Ya se escucha por ejemplo que, ciudadanos que viviendo en otro lugar hoy aparecen, incluso, como candidatos a alcalde, regidores y a presidentes regionales. Pero este fenómeno va más allá de nuestra propia imaginación. Hoy encontramos a comuneros “golondrinos”. Personas que viviendo en otros lugares aparecen de vez cuando para aparentar su residencia en una determinada comunidad. Estos personajillos son los que están sembrando el sentimiento de descontento en los pueblos, porque muchos de ellos no están allí por servir sino en busca del poder. Ya no se pregona ni se sabe de las verdaderas luchas por defender a los pueblos,  hoy se propaga el mal ejemplo, demostrando que en estos tiempos, todo vale. 
Ahora recuerdo que, en las elecciones pasadas, el fenómeno “golondrino”también tocó las puertas de la candidatura a la presidencia regional. Si pues, se produjo todo un escándalo, cuando un candidato viviendo en la capital de la república, no tuvo mejor idea que colocar en un cuarto alquilado, unos zapatos viejos y algunas indumentarias usadas para convencer a la ciudadanía que era nuestro coterráneo. Esto significa mirar con desprecio al poblador de lugar, ya sea de un distrito, provincia o región.
 Entonces, mirando desde la ventana de quienes están en busca de un cargo político utilizando métodos golondrinos, lo estarían haciendo solamente para encontrar una oportunidad de hacerse ricos. Lo penoso es que, estas acciones desdibujan las buenas intenciones de quienes entran en política para servir a su pueblo. Hoy la palabra está tan devaluada que ya casi nadie cree en los políticos. Por eso, a pesar de lo fastidioso que puede caer mis palabras, todavía creo que nuestros actos deben ser el último refugio para salvar a esta sociedad decadente, donde el ladrón es tratado con guante de seda y los gritos de los humildes están muy lejos de ser escuchados.
Lo más grave. Nos estaríamos disparando a los pies, pues no sería nada raro que, dentro de poco, la clase política centralista de nuestro país, ante tanta corrupción, pretenda poner fin a la descentralización para asfixiar a nuestras legítimas aspiraciones de lograr el ansiado desarrollo integral de los pueblos.
 Ante tanto descontento y ambición, ¿Será acaso el fenómeno “golondrino”, una de las aristas de la corrupción imperante, que está convirtiendo a nuestro país en un baño de sangre?
    Lo dicho anteriormente me lleva a una reflexión final. Estoy pensando seriamente en ser elector notable del pueblo de Macondo, de  aquel pueblo apacible que nos refleja Gabriel García Márquez en su novela "Cien Años de Soledad". Ahí no tendré a quien cuestionar o halagar; aunque quizás, desde una tierra lejana, alguien me llame golondrino pobre diablo.

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